Mostrando las entradas con la etiqueta cancer de mama. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta cancer de mama. Mostrar todas las entradas

lunes, 20 de marzo de 2017

El acompañamiento es muy importante

Cuando entré al tratamiento de quimioterapia no me di cuenta lo importante que es sentirse apoyada, ya sea por familiares y amigos. En mi caso fue muy enriquecedor que no dejé de trabajar. Los compañeros de trabajo han sido parte del impulso a seguir.
Cuando estás siendo observada por tantas personas bien intencionadas, necesitas dejarte apoyar. Saber que no estás sola. Quienes te acompañan siempre quisieran hacer más. Déjales saber que con su simple presencia es más que suficiente.
Hay quienes se preocupan mucho. No permitas que su preocupación te lleve a un estado de estrés o ansiedad. Procura mantenerte tranquila, reposando en las promesas de sanidad que Dios te da.
La fuerza espiritual que proviene de la fe, ha sido la columna vertebral de mi tratamiento. Todo ha sido sostenido por las promesas de Dios para mi vida, que están disponibles y a la mano para quien las quiera tomar.
Es importante pues, tener apoyo de líderes espirituales que te recuerden de dónde proviene la fuerza que necesitas para pasar por el valle de sombra de muerte...
No es sencillo cuando estás en medio del tratamiento, pero de la mano del Espíritu Santo de Dios, nada te puede vencer. Dios te da una sonrisa para cada día, para cada cita, para cada doctor y enfermera, para cada paciente que pasa por lo mismo.
El acompañamiento de mi familia pastoral, especialmente de Evita y Carlos Cruz que iban a buscarme al hospital después de cada quimio, fue para mi una gran bendición. Saber del cuidado de parte de Dios y oraciones, y su cobertura por amor, fue de gran aliento para mi.
"Nada es imposible para el que cree"
Es una decisión personal convertirse en una guerrera de la fe o en alguien que siente auto-compasión y manipula con su enfermedad a quienes le rodean.
Yo decidí lo primero. Todo el tiempo declaré que mi Señor Jesús ya había pagado el precio y había muerto para que yo fuera sana y viviera. Traté de no sucumbir a la tentación de creerme el "ay pobre de mi" pues soy una hija de Dios y en Cristo yo tengo vida y vida en abundancia.
En junio del 2014 terminé las 8 quimioterapias programadas. Las primeras cuatro de ellas con la que llaman quimio blanca y las últimas cuatro con quimio roja que según he sabido, hay pacientes que no la aguantan en las 8 sesiones y las tienen que dividir en dos partes, resultando en 16 sesiones. De ahí mi gratitud a Dios por la fuerza física que me regaló para aguantarlas y que el tratamiento no fuera largo, porque además había la necesidad de vencer al cáncer pronto y no permitir que siguiera creciendo el tumor, ya de por sí enorme de 6 x 8 cms.
El tumor disminuyó de tamaño hasta casi desaparecer antes de la cirugía. La biopsia posterior reportó el tumor de 2 cms en necrosis.
Hay mucho temor relacionado a las quimios. Para mí, era mucho más el temor a morir si no recibía en obediencia los tratamientos.
Carcinoma ductal en etapa 3, tumor de 6x 8 cms. Ese asesino tenía nombre y apellido pero Dios usó a los médicos y la ciencia para salvarme de él.
¡Doy gracias a Dios de poder seguir disfrutando de Él mismo, mi Dios, mi hija, mi familia, mi trabajo, mi música, mi vida!
Seguiré en una siguiente entrega con la cirugía y el tratamiento posterior.
¡Y que viva la vida!!!
Feliz año 2016 en salud, amor y fe.

Pelucas para mujeres con cáncer

Cuando la quimio hace de las suyas.

Desde la primera semana tras recibir el primer tratamiento de quimioterapia, mi cabello comenzó a caerse. Pasaba mi mano por entre mi cabello ondulado y salía con mechones entre los dedos. Aunque los doctores te advierten que esto puede pasar, nada te prepara para lo que se siente.

Cuando me miré al espejo todavía con cabello pero ya con huecos en el cuero cabelludo, supe que era la última vez que me veía de esa forma y que mi aspecto cambiaría para siempre.
Fue muy fuerte la sensación de pérdida. Pasé por un duelo de un par de noches y una mañana desperté  determinada a cambiarlo todo.

Lo mejor era raparme. Debía usar mascada y comportarme como es usual para las mujeres con cáncer y en tratamiento para salvar la vida.

Pero Dios tenía otro plan...

Me puse frente al espejo y comencé a dar jaloncitos que con toda facilidad soltaban los mechones de la cabeza. Cuando terminé, todo aquel cabello en el lavabo me provocó un llanto que salía de lo más profundo de mi.

Entregué a Dios esa tristeza y le pedí fortaleza para lo que seguía, ya no había vuelta atrás, debía raparme.

Pedí a mi hija que en ese momento tenía quince años, que usara la rasuradora que mis primos me prestaron. Mientras me rapaba, pedía al Señor fortaleza para ella también. Después me dijo que ella fue fuerte, porque veía mi fortaleza. Mi preciosa guerrera, sabe que mi fuerza proviene de Dios.

Al finalizar, nos miramos y reímos juntas, como si lo que acabábamos de hacer hubiera sido una travesura. Le dije que el mundo no estaba listo para mí, luciendo así. De modo que me puse una mascada como era el protocolo y según había visto a las señoras en la sala de espera, en las consultas con el doctor. Me dispuse a ir con mi hija en busca de turbantes y mascadas para cubrirme la cabeza.

Llegamos a la tienda de accesorios oncológicos, pregunté por los turbantes. La doctora, psicóloga y sobreviviente de cáncer de mama que me atendía, me sugirió el uso de una peluca. Eso no había pasado por mi mente. Me tomó por sorpresa y ella me comenzó a probar pelucas.

Tras varios intentos con pelucas que no me gustaban, recordó que ese día le había llegado una peluca que era la única y que estaba segura que me iba a gustar. ¡Así fue! En cuanto mi hija me dijo "esta genial, te ves muy bien" supe que era la elegida.

La compré decidida a que nada me impediría sentirme lo más normal posible para seguir confiada de mi aspecto, con mis actividades diarias, salir a trabajar bien arreglada y no sintiéndome triste por usar mascadas o turbantes de "enferma". Estaba determinada a declarar mi sanidad todos los días y no soltarme de esa esperanza hasta que Dios me bendijera.

Así lo hice. Usé esa peluca, símbolo de fortaleza y deseos de estar bien. Hoy me topé con ella y recordé lo mucho que cumplió con el objetivo.

Ahora que veo mi cabello tan diferente a mi apariencia anterior, me doy cuenta que los planes de Dios superan siempre los nuestros.

Asi que ¡Anímate! ¡Usa peluca! Hay desde oncológicas muy costosas por comodísimas hasta aquellas de pelo sintético muy bajas en precio pero que pueden ayudar a sentirte confiada y bonita. Aquí solo un ejemplo de lo que se puede encontrar para todos los gustos.

Sigue adelante, no te detengas en ese camino a la sanidad y bienestar.
Dios te siga bendiciendo.

viernes, 25 de marzo de 2016

Dolor post-operatorio Mastectomía



Ya tiene un rato que no creaba una entrada nueva. Afortunadamente he estado ocupada trabajando, sana, ¡libre de cáncer! Aprovecho las vacaciones de semana santa para ponerme al día y hacer otra contribución.

Me dí a la tarea de traducir este artículo del blog de Breast Cancer Site (el Sitio de Cáncer de mama) Es una pena que no haya un sitio como este en el idioma español. La mayoría de sitios en español se centran en promover alguna asociación en especial y se refieren a un cierto lugar en específico. Considero que hace falta algún sitio donde se provea de información general sobre el cáncer de mama a nivel México y Latinoamérica. Espero que pronto alguna organización descentralizada pueda darse a la tarea de construir un sitio más útil para quienes buscan información y ayuda tanto física como emocional.

Mi contribución, aunque mínima, tal vez pueda llegar a aquellas mujeres que lo necesitan. Esa es mi intención, por eso la creación de este blog, que espero sea de utilidad.
Aquí la traducción del blog, con respecto a una condición post-operatoria que me sucedió tras la mastectomía del seno izquierdo.

Inicio del artículo:

Este doloroso síndrome puede ocurrir después de las operaciones de cáncer de mama, pero los doctores no hablan sobre él.

Algunas mujeres encuentran que su dolor en realidad empeora después de la cirugía de mastectomía. Experimentan un doloroso ardor intenso en sus pechos o bajo sus brazos, algunas veces acompañado de una comezón increíble. Para el 20 a 50 por ciento de estas mujeres, ese dolor nunca se va. El dolor se conoce como síndrome de dolor post-mastectomía (PMPS por sus siglas en inglés).
Mientras los investigadores no saben en realidad lo que causa el PMPS, asumen que es culpa de un cierto daño de nervio. Las teorías establecen que puede ser causado por la formación de un neuroma, que es un crecimiento anormal del tejido nervioso, o por un hematoma (moretón) que de alguna forma afecta los nervios.

A las mujeres que se someten a cirugías de mastectomía o lumpectomía, por lo general se les dice que pueden esperar varios efectos secundarios tras la cirugía, que incluyen infecciones, aumento de fluidos en la herida, e hinchazón del brazo o pecho. Sin embargo, a muy pocas mujeres se les advierte del PMPS, tal vez en parte debido a que no todos los doctores están conscientes de dicha condición. De cualquier forma, del 20 al 68 por ciento de pacientes de mastectomías lo experimentan, y cuyo dolor no surge sino después de ciertos meses de haber tenido su cirugía. Asimismo, no solo quienes reciben una mastectomía presentan el síndrome, aún pacientes a quienes se les remueve algún nódulo linfático o se les hace alguna lumpectomía pueden desarrollar este doloroso síndrome.

El dolor del PMPS puede ser desde medio hasta severo. En los casos más severos, puede llevar a no permitir el movimiento del brazo o a “congelar” el hombro. El estiramiento o movimientos de los quehaceres del hogar pueden hacer el dolor más fuerte.

Por fortuna, el PMPS es tratable. El tratamiento empieza con analgésicos como Ibuprofeno o aspirina, y sigue con esteroides inyectables. La lidocaína, que es un anestésico, también puede usarse a corto plazo con dexametasona, que es un esteroide. Esta combinación se ha usado para otros dolores post-operatorios, pero se comenzó a usar para el PMPS desde el 2011. Parece ser efectivo durante un periodo de 6 meses a la vez.

El PMPS no es el único efecto secundario post-operatorio con consecuencias potenciales a largo plazo. Estudios indican que los pacientes con cirugías de cáncer también experimentan frecuentemente PTDS. De click en el enlace para mayor información.

-Fin del artículo-

Versión en inglés: http://blog.thebreastcancersite.com/cs-pmps-info/?utm_source=bcs-bcsfan&utm_medium=social-fb&utm_term=032516&utm_content=link&utm_campaign=cs-pmps-info&origin=bcs_bcsfan_social_fb_link_cs-pmps-info_032516



sábado, 9 de enero de 2016

Mastectomia Radical

Nada te prepara para una cirugía de este tipo, pero es importante saber que todo lo que pasa es para bien y que entregues a Dios el control total de tu vida, de tu salud, de lo que pase con los doctores y con los tratamientos.

Desde un principio cuando me diagnosticaron el carcinoma inductal etapa 3 que era un tumor canceroso de 6 x 8 cms, me dijo el oncólogo cirujano que primero entraría a tratamiento de 8 quimioterapias, para reducir y de ser posible desintegrar el tumor. Cuando terminé con las 8 quimios, el tumor si se redujo pero no desapareció.

Me programaron para cirugía con diferencia de apenas unos días después de haber terminado las quimioterapias. El lunes 27 de julio del 2015 entré a quirófano. Previamente me hicieron los estudios correspondientes para operarme y gracias a Dios salí bien. Solo la preocupación o nervios me subió los niveles de azúcar al grado de que hubo unas horas en que pensaban posponer la operación porque dichos niveles no bajaban.

Oré a Dios su intervención pues no quería pasar por la hospitalización y la preparación dos veces. Finalmente si me llevaron a quirófano. Mi familia toda apoyándome. Doy muchas gracias a Dios por todos y todas. Sus oraciones fueron muy importantes para que el bien y la misericordia me acompañaran.

La anestesia fue local, me pusieron una inyección en el cuello y estuve consciente durante todo el procedimiento. Me extirparon todos los tejidos del seno y luego supe que también 19 ganglios por un lado y debajo del brazo. Debían estar seguros de que el cáncer no se hubiera propagado.

Fue una operación de unas 2 horas aproximadamente, más el rato de sala de recuperación. Me subieron a piso y yo no sentí ningún dolor ni durante ni después de la operación. Solo un poquito de molestia donde me pusieron la inyección. Sentía mucho frío.

Después que pasó la anestesia lo que comencé a sentir fue la "bombita" para drenar la herida. Eso fue lo más doloroso y pesado.

Me dieron de alta a los dos días. El dren fue lo que no me dejaba moverme con libertad. Necesité ayuda para levantarme, acostarme, sentarme, ir al baño. Me bañaba sola pero con mucho trabajo. Necesité que entre dos personas me pusieran las vendas. Las curaciones fueron varias veces en una semana. Gracias a Dios la herida no dió problemas y en dos semanas me quitaron el dren que fue lo que más me dió lata pues lo cosieron muy tenso con mi piel y me lastimaba mucho.

Después de la curación en que me quitaron los tubos del dren que abarcaban toda la cicatriz a lo ancho de mi pecho y por debajo de lo que era mi axila, aproximadamente 30 cms, me dijo el oncólogo cirujano que seguían las radiaciones.

El oncólogo tratante me mandó a radiaciones. Ya en la torre de especialidades del hospital me dijo el oncólogo radiólogo que dado el tumor tan grande que tuve, debían darme una radioterapia que comprendería 25 radiaciones diarias de lunes a viernes.

Mientras tanto, salieron los resultados de la biopsia que dictaban que habían extraído un tumor de 2 cms en necrosis y 19 ganglios limpios sin cáncer. Aunque estaba segura que el Señor me había regalado la sanidad, fue muy emocionante comprobar su misericordia y amor con esos resultados.

En obediencia, entré al tratamiento de radiaciones. Día tras día, mi hija y su papá -quien vino a ayudarnos, me llevaron al hospital durante 25 días seguidos para recibir las radiaciones. Cada vez que entraba a la máquina de radiación ionizante declaraba que esa radiación aseguraba mi sanidad de parte de Dios. Tuve la oportunidad de bendecir a los radiólogos y al final celebré con ellos el camino recorrido juntos. Dios los bendiga a ellos y a todos aquellos doctores, enfermeras y personal que han tenido que ver con mi tratamiento.

Así estoy en el punto en que espero que el oncólogo radiólogo me de la alta para que el oncólogo tratante me de seguimiento. Se que esto no termina al darme de alta. Hay que dar seguimiento constante, pero estoy segura que Dios caminará conmigo cualquiera que sea el resultado, como lo ha hecho hasta ahora. Eben-ezer Hasta aquí nos sigue ayudando Dios todopoderoso.

Espero pronto se solucione el problema administrativo de no aparecer en el sistema electrónico para poder registrar mis citas otra vez.

Lo importante en medio de todo es nunca perder la fe. Cada que haya decepción, cansancio, ganas de desistir recuerda que todo tiene un propósito y aunque en el momento no lo entiendas, más tarde todo cobra sentido. Olvídate de ti y sé bendición a otros. Verás como Dios trabaja cuando te encuentras en un estado de reposo creyendo que Él tiene todo bajo Su control. De cualquier forma tu tienes a mano solo obedecer y hacer lo que te toca.

Hoy veo la cicatriz en mi pecho, veo la parte que me falta y doy gracias a Dios porque esa cicatriz es la muestra de que perdí una parte de mi cuerpo pero salvé la vida. Si esa batalla fue ganada, ¿cuál otra no podrá Dios ganar por mi? Vivo confiada. Te invito a hacer lo mismo.



http://www.breastcancer.org/es/tratamiento/cirugia/mastectomia/que_es

sábado, 28 de noviembre de 2015

Quimioterapias

Hasta la primera quimio me enteré que serían por lo menos ocho quimioterapias. Una cada tres o cuatro semanas, y si mi cuerpo las aguantaba serían seguidas.

Las quimios en mi caso serían intravenosas y en mi caso comenzaron con la que se conoce como quimio blanca. Serían cuatro así y después otras cuatro con la que se conoce como quimio naranja o roja -que me dirían en su momento, podría ser mucho más agresiva y muchas mujeres no la aguantan.
Me mandaron hacer exámenes de laboratorio previos para ver la condición general de mi cuerpo. Salí dentro de los niveles adecuados.

Al llegar a la sala de quimios vi dos saloncitos llenos de sillones tipo reposet. Unos diez por cada sala. Me asignaron uno de ellos. Muy cómodos. Ahi lo conectan a uno con la máquina que va suministrando el químico vía intravenosa.

Escuchaba toda clase de pláticas. Desde señoras que llevaban más de una docena de quimios, hasta quienes como yo iban comenzando. El sentimiento general era de depresión y auto-compasión. Mi ánimo no decayó y cuando la enfermera me "conectó" dije invitándola a ponerse de acuerdo conmigo: "declaramos vida y salud en mi cuerpo en el nombre de Jesús, por medio de esta sustancia. Declaramos ese tumor muerto y echado fuera de mi cuerpo y de mi vida. Declaro que todo cáncer y muerte es echada fuera de este lugar en el nombre de Jesús" y ella me siguió con un sonoro "amén" de ella y varias que ponían atención a lo que decía.

Hubo quien llegó a decirme que no podía luchar contra "su" cáncer, y ya hasta ¡le había agarrado cariño! ¡Que terrible!

Por supuesto que yo le animé a ya no tomarlo como suyo, sino rechazarlo y declararlo inoperante y cancelado en el nombre de Jesús quien murió y resucitó para que nosotros no solo seamos salvos, sino también sanos en esta vida, y no solo en la eternidad. Pues si lo podemos creer, ya estamos viviendo la eternidad.

Así transcurrió la primera quimioterapia. Durante cuatro horas conectada a la máquina, recibiendo el goteo de bolsa tras bolsa. La primera hora sentí mareo muy fuerte, conecté mis audífonos a la música de mi celular (no escuches música que te deprima ¡por fa!) y me dormí. Dos horas mas tarde desperté para ir al baño. Y la última hora platicando con mis compañeras de un sillón y otro. Me divertía mucho con el buen humor de los enfermeros y enfermeras. Siempre de buen ánimo, eso nos ayudaba a todas a mantenernos bien.

Aún así, había quien se sentiría muy mal y se las llevaban en camilla o silla de ruedas a urgencias.
Muy agradecida con Dios yo salí por mi propio pie, sintiéndome un poquito mareada y solo con mucha sed. Tuve el privilegio de que mi hermano menor -que se encontraba de visita en la ciudad para asistir a la fiesta de XV años de una sobrinita, fuera quien me acompañó en esa primera quimio.

Regresé a casa y mi hija ya estaba lista para irse con sus tíos a la fiesta de su prima. Yo llegué muy bien. Me bañé, oré a Dios y me dio la confianza de que si, en efecto, me sentía muy bien, normal de hecho. Así que decidí ir a la fiesta y me fui con mi hija. Nos divertimos mucho, baile, me reí, estuve muy contenta y pudimos ver casi a toda la familia. Dios es fiel.


viernes, 20 de noviembre de 2015

Lo rechacé, el cáncer no era mío

Al darme el diagnóstico de que tenía cáncer de mama, al día siguiente fui a la clínica del IMSS que me corresponde. Recibía la atención inmediata en cuanto leían el diagnóstico. Eso me asustaba un poco... para que el IMSS me estuviera abriendo las puertas de inmediato oficina tras oficina y firma tras firma de seguimiento... ¡era de asustarse!

Sin embargo, preferí pensar que era la mano de Dios apoyándome desde el inicio. El diagnóstico lo recibí el 31 de agosto, 2014, para el 2 de septiembre ya había ido a la clínica, recibido pase para el Hospital Ayala y de ahí el Centro Médico en Ginecología ya me tenía esperando para que me recibiera el médico oncólogo cirujano. ¡Increíble! En dos días.

El médico cirujano, revisó mis estudios y me mandó hacer estudios del IMSS, pero no detuvo el proceso, mientras yo recuperaba la biopsia del Instituto de Cancerología, me dieron cita con el médico oncólogo tratante, después me enteraría quién era quién. En ese momento yo solo seguía instrucciones e iba a donde me dijeran, todo por pura obediencia, no sabía nada sobre lo que harían en mi caso.

El oncólogo cirujano me explicó por fin que el tumor era un carcinoma ductal infiltrante en etapa 3 de 6 x 8 cms. Mi percepción fue que creció muchísimo de mayo a septiembre, porque al inicio era del tamaño de un garbanzo, como recordarán que lo describí en mis entradas de blog anteriores, y que por cierto nunca sentí al tacto cuando me revisaba.

Me explicó el doctor entonces, que era muy grande, por lo que no se podía operar, pues cabía la posibilidad de que al operar, se hiciera metástasis. La metástasis es cuando el tumor se esparce a otras partes del cuerpo.

Me mandó con el oncólogo tratante para que en vez de cirugía comenzara con quimioterapias. Me dijo que primero había que tratar de reducirlo y matarlo. Yo solo dije: ¡Amén!

En esos días, por octubre yo estaba inscrita para ir a mi Congreso anual de Mujeres Conquistadoras que organiza mi iglesia. Pedí permiso a los doctores y no solo me dejaron ir, me animaron a que fuera, para entrar al tratamiento con mucha fuerza espiritual, me dijeron. Más de 3 mil mujeres que se reúnen en Saltillo para aprender a caminar en las promesas de Dios. Ahí fue donde Dios me confirmó que quería que pasara por esto. Que no haría un milagro creativo de desaparecer el tumor. Que necesitaba pasar el proceso como cualquier otra mujer, mostrando Su grandeza si yo permanecía en fe y en confianza y dando esperanza a otros.

Así que, si es muy importante la ayuda, el apoyo espiritual, no solo al alma y al cuerpo sino principalmente al espíritu para pasar por algo así o cualquier otra situación complicada, no solo de salud sino en la vida.

En fin, en el Centro Médico de Occidente donde ya continué mi tratamiento, me hicieron toda la serie de estudios que deben hacer: de sangre completísimos, me revisaron de todo a todo, recuperamos los estudios de la biopsia y estudiaron el tipo de quimioterapia que me darían, para entonces ya era noviembre.

Yo no tenía idea de cómo era una quimioterapia. Me programaron para comenzar el 19 de diciembre de 2015. Solo me dijeron que los efectos secundarios podían ser pero no se limitaban a: náuseas, vómito, baja de presión, caída del cabello y vello corporal, resequedad excesiva de la piel, falta de visión, dolor en las articulaciones, dolor de huesos, fiebre, falta de apetito, ardor en las extremidades, aún caída de esmalte en los dientes, uñas rotas.

Para el día de la primera quimioterapia me enfermé fuerte de gripa. Así entré a las quimios, enferma de la garganta... de modo que, por efecto de la misma me quedé afónica y me dijeron los doctores que seguramente perdería la voz, que era muy poco probable que las cuerdas vocales no sufrieran daño permanente.

No lo acepté. Así como no acepté el sentir auto-compasión. Dios me sacaría de esto. Dios lo prometió y lo cumpliría. Caminé segura.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿Y porqué no?

En agosto 31 del 2014 fui a la cita con la oncóloga del Instituto de Cancerología. Iba confiada, sabiendo que había orado y declarado las promesas de Dios sobre mi vida y me dirían que había sido una equivocación y que yo no tenía cáncer.

En la sala de espera, la hora o media hora que tuve que esperar, se hizo eterna, como suspendida fuera del tiempo. En una especie de lugar seguro en el espacio de mi mente, para no pensar, para no esperar ni dejar de esperar. En otras palabras, me encontraba paralizada.

Entré por fin al consultorio en medio del tumulto de señoras, pues más que hospital parece mercado. Es impresionante tantas y tantas mujeres que se diagnostican de forma continua y diaria en ese lugar. Los consultorios son seguidos uno de otro, separados solo con una pequeña mampara, pudiendo escuchar las dos conversaciones al mismo tiempo. Difícil concentrarse, sobre todo cuando la doctora me dijo "lo siento mucho señora, tiene usted cáncer". Después dijo una serie de cosas que no recuerdo pues yo estaba en shock. Volví en mí y solo le escuché decir: "tenemos que comenzar ya este mismo sábado con las quimioterapias, no se preocupe todavía hay esperanza, estamos a tiempo, el cáncer que usted tiene es muy agresivo pero es muy probable que pueda sobrevivir si se atiende de inmediato".

"Pase a trabajo social para que le digan que hacer para que saque su Seguro Popular, pues las quimioterapias son muy caras si no está asegurada".

Solo atiné a preguntarle que tipo de cáncer era, si tenía nombre y apellido. Ella solo me dijo que era un tumor en etapa 3 y me despidió y de inmediato gritó: "La que sigue por favor". Eso fue todo.

Salí de ese lugar sin querer entender, pues estaba consciente de lo que me acababan de decir pero no lo podía creer. Llegué a mi auto, subí y comencé a manejar. Fue cuando un miedo que luego se convirtió en terror me comenzó a invadir. Sentí frío en la la columna vertebral. Ahí fue cuando decidí detener el auto. Me estacioné, respiré profundo y me dejé sentir ese horrible terror. Pensé en mi hija, mi ministerio, mi hija, mi trabajo, mi hija, mi vida, mi hija.

Lloré y lloré sin pensar en nada más. En la calma intermitente, intentaba hablar con Dios, pero no podía, me ahogaba un dolor profundo. Después de un rato, me forcé a volver en mí y clamé al Señor, le pedí que recibiera todo ese dolor y esa tristeza, pues sabía que me haría daño y debía regresar a casa con suficientes fuerzas. No podía permitir que mi hija se viera afectada por ese profundo dolor que sentía ante la posibilidad de mas pronto que tarde, ya no estar con ella, al menos eso pensaba.

Y claro que si, le pregunté a Dios, "¿porqué yo Señor? ¿porqué?". Recuerdo haber escuchado la voz de Dios diciéndome: "¿y porqué no?"... no me esperaba esa respuesta... recapacité y yo misma me pregunté, es cierto ¿y porqué no?

Hasta ese momento siempre había dicho que mi vida no era mía, sino de Dios, que El podía hacer lo que quisiera en mi, que en mejores manos no podemos estar, que Dios sabe mejor lo que más nos conviene. Que El se ríe de mis planes por eso son mejores sus sueños para mí, que los míos. Hasta ese momento había renunciado a mí, para que El tomara el control de todo lo que pasara en mi vida, su vida.

De modo que... ¿y porqué no?

Del llanto pasé a la risa, y me di cuenta que aunque había vivido por fe hasta ese momento, era el tiempo de vivir, de demostrar bien a bien que realmente mi confianza estaba puesta sobre la Roca que es Jesús.

Le entregué todo al Señor y le dije: "si Tú vas conmigo, le entramos. No entiendo esto que está pasando, pero sé que Tú mi Padre me llevarás de la mano. Voy a caminar a través del Valle de sombra de muerte, de tu mano, tomada fuerte de tu mano, porque Tú Señor vas conmigo, sin importar estas circunstancias, Tu sigues siendo Dios y te agradezco y te bendigo, te adoro y no dejaré de dar honor y gloria a Tí mi Dios, porque no ando por vista, ando por fe y tu no eres hombre para mentir ni hijo de hombre para arrepentirte. Tu dijiste que nunca me dejarías ni nunca me abandonarías sino que, me sostendrías con tu mano derecha poderosa y así será".

Una profunda paz inundó mi ser. Estaba dispuesta. Sin mirar atrás, sin reproches, sin dudas, sin culpa, sin resentimientos. El me diría por dónde y cómo caminar en este nuevo camino. Lo único que pude percibir en ese momento es que mi vida, como había sido hasta ese momento, ya nunca volvería a ser igual. Y que el gozo de Dios era lo único que me daría fortaleza.

Al arrancar el auto de regreso a casa, puse en marcha también mi nuevo rumbo, estaba decidida. Había decidido vivir.